quinta-feira, 26 de fevereiro de 2009

I DOMINGO DE CUARESMA, "B" (TEXTO E REFLECÇÃO DE DON ANGEL MORENO DE BUENAFONTE DE SISTAL)

El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por el Satanás (Mc 1, 12).

Con muy pocas palabras, el Evangelio de este primer domingo de Cuaresma nos ofrece el marco en el que se desarrolla la existencia humana, el desierto y la tentación.

Jesús, que ha asumido enteramente nuestra naturaleza, poseía el Espíritu, quien lo empuja al desierto por una cuarentena de días. Nos extraña la expresión un tanto violenta con la que se describe el motivo de la marcha al lugar de la tentación. Hay opciones que no gustan, pero se deben asumir, si se demuestra que es el Espíritu el que mueve a llevarlas a término.

La estancia prolongada de Jesús en el yermo -cuarenta días-, nos revela que la vida es una constante experiencia de tentación, mientras dura la travesía, que es la historia de cada uno, hasta llegar a la tierra de la promesa, anticipada con la celebración de la Pascua.

La convivencia de Jesús con los animales y alimañas nos hace evocar a Noé, cuando superó la prueba del diluvio metido en el arca con todos los animales. Pero si en el caso del Antiguo Testamento perecen todos y sólo se salva un justo, San Pedro afirma que “Cristo murió por todos una vez para siempre, el inocente por los culpables” (1 Pe 3, 18). En nuestro desierto y combate no estamos exentos de ayuda.

A nosotros, el Espíritu nos empuja a la conversión, que debe ir unida a la súplica: “Señor enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad” (Sal 24). Tenemos la promesa de la salvación, la señal del pacto, la palabra dada por parte de Dios. San Pedro interpreta estos signos como profecía del bautismo.

La victoria llegará con la resurrección de Jesucristo, meta cuaresmal, anticipo de nuestro destino. Mientras tanto, el testimonio del combate de Jesús nos debe estimular a no dejarnos dominar por el Tentador, aunque no podamos evitar sus insinuaciones. Siempre contamos con la lealtad divina, que enviará, si es preciso, a sus ángeles.

¿Te resistes a ir al desierto? ¿Eres víctima del Malo? En lo recio del combate, ¿acudes a la oración? Mira a Jesucristo.

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