América ha sido durante mucho tiempo un sueño para Chateaubriand. La teoría del “bon sauvage”, de Rousseau, contribuyó mucho para que Chateaubriand quisiera conocer de cerca la realidad americana. Pero después de llegar a América, él descubre un país y una realidad completamente diferentes de aquella que hasta ahora había imaginado. En efecto, Chateaubriand tenía una idea de América como país de extrema igualdad y buena moral. Pero, sobre el terreno, descubre una desigualdad extrema y una inmoralidad atroz. Tras ser aconsejado por el presidente Washington, su sueño americano cae, y empieza entonces a pensar en volver para Europa.
Además de la influencia de Rousseau, Chateaubriand había decidido abandonar Francia justamente después de la toma de Bastilla.
La revolución francesa había provocado en él una mezcla de sentimientos: esperanza y repulsa. Tenía conciencia de que, con la revolución, todos los acontecimientos iban a cambiar. Estaba de acuerdo con los cambios, pero rechazaba el motor de los cambios, esto es, el grado de la violencia empleado para justificar la necesidad del cambio. Por eso, dirá:
“Estoy otra vez buscando. No hay nada que hacer aquí; el rey está perdido y vosotros no tendréis la contrarrevolución. Voy a hacer como aquellos puritanos que en el siglo XVII emigraban para Virginia. Me iré a los bosques, cosa mejor que ir a Coblenza.[1]” (Godechot, 135).
Después de la decepción americana, Chateaubriand vuelve a Francia, pero se queda allí muy poco tiempo, y en seguida se va para Inglaterra. Es en Inglaterra donde desarrolla su labor intelectual como contrarrevolucionario. De entre sus muchas publicaciones, a nosotros nos interesa analizar la obra “essai sur les revolutions”. en esta obra, Chateaubriand empieza por mirar hacia atrás, para encontrar las razones que están en los orígenes de la revolución francesa. ¿Cómo han sido las revoluciones antes de la revolución francesa? Siguiendo este planteamiento, Chateaubriand va a trabajar sobre seis interrogantes antes de llegar a las causas de la revolución francesa.
1º) En los gobiernos de los hombres del pasado, ¿qué tipo de revolución ha acontecido?
De este modo, Chateaubriand parece retomar una cuestión fundamental ya abordada por Hobbes: no se puede comprender los conflictos políticos, los conflictos del poder, si primero no se comprende al hombre. Los primeros capitulos del Leviatán de Hobbes han sido dedicados exhaustivamente al estudio del hombre en sus diversos mecanismos, antes de empezar a verlo como autor político o como responsable de la maquina política. Pero Chateaubriand va a distanciarse de Hobbes y a seguir el concepto de estado de naturaleza de Montesquieu. Cita el descubrimiento de América par Cristóbal Colón como el momento más trágico de la civilización. Para él, el pueblo que vivía ahí cuando el descubrimiento ya no estaba en el estado de naturaleza [2]. En efecto, es la ley de la sangre la que favorece el estado de la naturaleza.
Por otra parte, Chateaubriand piensa que los revolucionarios franceses habían heredado la parte más mala de las antiguas revoluciones, sus vicios y no sus virtudes, y así:
2º) plantea la cuestión de saber si, de entre las revoluciones antiguas, hay alguna que se parezca a la revolución francesa. Ya el mero planteamiento de esta pregunta es un ataque a la teoría de la voluntad general de Rousseau, puesto que Chateaubriand intenta encontrar el fundamento original de la convención de la sociedad. Rechaza la teoría de Rousseau porque, para él, el paso a la voluntad general supone ya de por sí la existencia de una sociedad políticamente organizada. Su argumento es que el “bon sauvage” de Rousseau, que no conoce “ni lo mío ni lo tuyo”, no puede pasar de la libertad natural a la libertad civil[3]. Y además, la revolución francesa no puede ser igual con las revoluciones antiguas. Esta será también la posición de Tocqueville[4] (1954: I,III, 40-41). Pero Chateaubriand vuelve a acercarse a la teoría de Hobbes de la constitución de la sociedad al atribuir el origen del poder institucional a un acuerdo previo entre hombres cansados de guerrear entre sí. Este acuerdo muestra que antes del pretendido contrato social de Rousseau ya había otro contrato. Por lo tanto, legitimar el contrato social de Rousseau implicaría ir en contra de un poder previamente establecido con el acuerdo de todos. Para intentar descubrir las causas de la revolución francesa, la cuestión no sería, por tanto, reclamarse de la vigencia del contrato social de Rousseau. Pero entonces:
3º) ¿Cuáles son las causas de la revolución francesa?
Chateaubriand destaca sobre todo el desgaste del régimen monárquico como la principal causa de la revolución francesa. Desde este punto de vista, él no puede estar de acuerdo con los que piensan que la Ilustración, por un lado, y la opresión religiosa, por otro, pueden ser las principales causas de la revolución de Francia. Sabemos que Tocqueville pensaba lo primero (Tocqueville 1952: I,II, 36-37). Chateaubriand no niega que la Ilustración haya tenido influencia en el origen de la revolución, pero no una influencia capital[5].
Para él, la revolución tiene un carácter dualista y este dualismo está sobre todo presente en el iluminismo. El iluminismo representa la parte positiva de la revolución porque contrasta con la corrupción de los valores y con el declino moral protagonizado por los revolucionarios.
Los críticos de Chateaubriand piensan que él no estaba bien informado sobre la revolución en Francia. Contra él también estaba el hecho de haber salido muy pronto de la Francia. No se define se estaba completamente contra la revolución por eso no es fácil colocarle como un contrarrevolucionario. Además, él tiene una cosa que los contrarrevolucionarios no tenían. Él era un anticlerical. Pero a pesar de todo, Chateaubriand piensa que el cristianismo es la única religión capaz de proporcionar la libertad al hombre. Para él, sin la religión no puede existir un gobierno libre posible. Por eso, él piensa que la moral es la moral cristiana y que el orden del mundo tiene que ser el orden de la moral cristiana.
La obra de Chateaubriand es una tentativa de reconciliación entre el antiguo régimen y la revolución. Condena la política del antiguo régimen y condena la revolución por su gran violencia.
BIBLIOGRAFIA
- Jacques Godechot, “La contre révolution, 1789-1804”. Presses Universitaires de France, Paris 1961.
- Montesquieu, O espírito das Leis. Tr. Cristina Muracho, presentación de Renato Janine Ribeiro. Edição de Martins Fontes, São Paulo 2000.
- Edmund Burke, Reflexión sur la Révolución de France. Tr. franc, Paris 1790.
- Jean-Jacques Chevallier e Yves Guchet, “As grandes obras Políticas. De Maquiavel à Actualidade”, (As grandes Obras). Tr. Luís Cadete. Publicações Europa-América, LDA, 2004.
- Alexis de Tocqueville, “L’ancien régime et la révolution 1856”, (Tocqueville). Édition électronique par Jean-Marie Tremblay. Les Éditions Gallimard, Paris 1952.
- Jean Jacques Rousseau, Du contrat Social ou príncipes du droit politique, (Rousseau). Texto digitalizado. Edición de 1762, Archives de la société Jean-Jacques Rousseau, Genève.
- Joseph de Maistre, Considération sur la France, (de Maistre). Edición electrónica. Chez Rusand, Libraire, imremeur du Rol, Lyon 1829.
- Hannah Arendt, A promessa da política, (Arendt). Tr. Miguel Serras Pereira. Revisión de texto Michelle Nobre Dias. Edición Antropos, Lisboa 2007.
- Chateaubriand, “Essai historique, politique et moral sur les révolutions anciennes et modernes, considérées dans leurs rapports avec la Révolution française”, (Chateaubriand). Editor, J. Debboffe (Londres), 1797, pp. 705 (I,I, 14-15). Fonte : Bibliothèque nationale de France, Rés. Ye-666, Relação : http://catalogue.bnf.fr/ark:/12148/cb30227729g/description.
[1] “Je cherche du nouveau. Il n’y a rien à faire ici, le roi est perdu et vous n’aurez pas de contrarevolution. Je fais commes cês puritains qui, au XVIIe siècle, émigraient en Virginie, je m’en vais dans les forêts, cela vaut mieux que d’aller à Coblentz”.
[2] “Le seul énoncé de cette question suffit pour en démontrer l'importance, Le vaste sujet qu'elle embrasse, remplira la majeure partie de cet ouvrage et servant de clef à nos derniers problèmes, en fera naître une foule de vérités inconnues. Le flambeau des révolutions passées à la main, nous entrerons hardiment dans la nuit des révolutions futures. Nous saisirons l' homme d'autrefois malgré ses déguisemens, & nous forcerons le Protée à nous dévoiler l'homme à venir. Ici s'ouvre une perspective immense ici j'ose me flatter de conduire le lecteur par un sentier encore tout inculte de la philophilosophie où je lui promets des découvertes et de nouvelles vues des hommes. Du tableau des troubles de l'antiquité passant à celui des nations modernes, je remonterai par une série de malheurs,depuis les premiers âges du monde jusqu'à notre siècle. L'histoire des peuples est une échelle de misère, dont les révolutions forement les différéns degrés. SI l'on considère que depuis le jour mémora-ble où Christophe Colomb aborda sur les rives Américaines pas une des hordes qui vaguent dans les forêts du Nouveau Monde, n'a fait un pas vers la civilisation que cependant ces peuples étoient déjà loin de l'état de nature* à l'époque où on les atrouvés» on ne pourra s'empêcher de Convenir; que la forme la plus grossière de gouvernement n'ait dû coûter à l’homme des siècles de barbarie”.
Chateaubriand, “Essai historique, politique et moral sur les révolutions anciennes et modernes, considérées dans leurs rapports avec la Révolution française”, (Chateaubriand). Editor, J. Debboffe (Londres), 1797, pp. 705 (I,I, 14-15). Fonte : Bibliothèque nationale de France, Rés. Ye-666, Relação : http://catalogue.bnf.fr/ark:/12148/cb30227729g/description
[3]“Si les causes de leur établissement nous avoient été transmises par l'histoire, nous eussions pu obtenir la solution de ce fameux problème en politique; savoir quelle est la convention originale de la société ? Jean Jacques prononce & rapporte l'acte ainsi "Chacun de nous met en commun sa personne & toute sa puissance sous la suprême direction de la volonté générale Pour faire un tel raisonnement: ne faut il pas supposer une société déjà préexistante ? Sera-ce le sauvage, vagabond dans ses déserts, à qui, le mien &le tien sont inconnus, qui passera tout à coup de la liberté naturelle à la liberté civile ? sorte de liberté purement abstraite & qui suppose de nécessité, toutes les idées antérieures de propriété, de justice conventionnelle, de force comparée du tout à la partie, Sec. Il se trouve donc un état civil intermédiaire, entre l'état de nature & celui dont parle J. J. Le contrat qu'il suppose n'est donc pas l'original. Mais quel est, dira-t-on, ce contrat primitif ? C'est ici la grande difficulté “(26-27).
[4]“Toutes les révolutions civiles et politiques ont eu une patrie et s'y sont renfermées. La révolution française n'a pas eu de territoire propre ; bien plus, son effet a été d'effacer en quelque sorte de la carte toutes les anciennes frontières. On l'a vue rapprocher ou diviser les hommes en dépit des lois, des traditions, des caractères, de la langue, rendant parfois ennemis des compatriotes, et frères des étrangers; ou plutôt elle a formé, au-dessus de toutes les nationalités particulières, une patrie intellectuelle commune dont les hommes de toutes les nations ont pu devenir citoyens.
Fouillez toutes les annales de l'histoire, vous ne trouverez pas une seule révolution politique qui ait eu ce même caractère : vous ne le retrouverez que dans certaines révolutions religieuses. Aussi c'est à des révolutions religieuses qu'il faut comparer la révolution française, si l'on veut se faire comprendre à l'aide de l'analogie(...).
La révolution française est donc une révolution politique qui a opéré à la manière et qui a pris en quelque chose l'aspect d'une révolution religieuse. Voyez par quels traits particuliers et caractéristiques elle achève de ressembler à ces dernières : non seulement elle se répand au loin comme elles, mais, comme elles, elle y pénètre par la prédication et la propagande. Une révolution politique qui inspire le prosélytisme; qu'on prêche aussi ardemment aux étrangers qu'on l'accomplit avec passion chez soi ; considérez quel nouveau spectacle! Parmi toutes les choses inconnues que la révolution française a montrées au monde, celle-ci est assurément la plus nouvelle. Mais ne nous arrêtons pas là ; tâchons de pénétrer un peu plus avant et de découvrir si cette ressemblance dans les effets ne tiendrait pas à quelque ressemblance cachée dans les causes.
Le caractère habituel des religions est de considérer l'homme en lui-même, sans s'arrêter à ce que les lois, les coutumes et les traditions d'un pays ont pu joindre de particulier à ce fonds commun. Leur but principal est de régler les rapports généraux de l'homme avec Dieu, les droits et les devoirs généraux des hommes entre eux, indépendamment de la forme des sociétés. Les règles de conduite qu'elles indiquent se rapportent moins à l'homme d'un pays ou d'un temps qu'au fils, au père, au serviteur, au maître, au prochain. Prenant ainsi leur fondement dans la nature humaine elle-même, elles peuvent être reçues également par tous les hommes et applicables partout. De là vient que les révolutions religieuses ont eu souvent de si vastes théâtres, et se sont rarement renfermées, comme les révolutions politiques, dans le territoire d'un seul peuple, ni même d'une seule race. Et si l'on veut envisager ce sujet encore de plus près, on trouvera que plus les religions ont eu ce caractère abstrait et général que je viens d'indiquer, plus elles se sont étendues, en dépit de la différence des lois, des climats et des hommes”.
[5] Chateaubriand estime que, parmi les causes de la Révolution, les lumières n’ont pas joué un rôle essentiel. Elles son peu de causes, elles ont contribué, sans doute, à l’origine de la Révolution, mais celle-ci a bien d’autres causes. Il analyse avec beaucoup de soins les causes de la Révolutions en France. Le gouvernement, le roi lui paraissent faibles. Lors de la visite qu’il a faite à Versailles, avant la Révolution, la cour a produit sur lui une médiocre impression ; Louis XVI lui a semblé mal entouré, incapable de gouverner, c’est ne pas l’homme que pouvais résister à la Révolution. Les ministres étaient faibles ou incapables, la cour corrompue, débauchée les nobles qui la peuplaient dégénérés ou ignorants. Le haut clergé était, écrit-il, « une honte pour l’ordre du clergé«, la plupart de ses membres résidaient à la cour et no pas dans les diocèses”. (Godechot 1961 : 139-140).
Además de la influencia de Rousseau, Chateaubriand había decidido abandonar Francia justamente después de la toma de Bastilla.
La revolución francesa había provocado en él una mezcla de sentimientos: esperanza y repulsa. Tenía conciencia de que, con la revolución, todos los acontecimientos iban a cambiar. Estaba de acuerdo con los cambios, pero rechazaba el motor de los cambios, esto es, el grado de la violencia empleado para justificar la necesidad del cambio. Por eso, dirá:
“Estoy otra vez buscando. No hay nada que hacer aquí; el rey está perdido y vosotros no tendréis la contrarrevolución. Voy a hacer como aquellos puritanos que en el siglo XVII emigraban para Virginia. Me iré a los bosques, cosa mejor que ir a Coblenza.[1]” (Godechot, 135).
Después de la decepción americana, Chateaubriand vuelve a Francia, pero se queda allí muy poco tiempo, y en seguida se va para Inglaterra. Es en Inglaterra donde desarrolla su labor intelectual como contrarrevolucionario. De entre sus muchas publicaciones, a nosotros nos interesa analizar la obra “essai sur les revolutions”. en esta obra, Chateaubriand empieza por mirar hacia atrás, para encontrar las razones que están en los orígenes de la revolución francesa. ¿Cómo han sido las revoluciones antes de la revolución francesa? Siguiendo este planteamiento, Chateaubriand va a trabajar sobre seis interrogantes antes de llegar a las causas de la revolución francesa.
1º) En los gobiernos de los hombres del pasado, ¿qué tipo de revolución ha acontecido?
De este modo, Chateaubriand parece retomar una cuestión fundamental ya abordada por Hobbes: no se puede comprender los conflictos políticos, los conflictos del poder, si primero no se comprende al hombre. Los primeros capitulos del Leviatán de Hobbes han sido dedicados exhaustivamente al estudio del hombre en sus diversos mecanismos, antes de empezar a verlo como autor político o como responsable de la maquina política. Pero Chateaubriand va a distanciarse de Hobbes y a seguir el concepto de estado de naturaleza de Montesquieu. Cita el descubrimiento de América par Cristóbal Colón como el momento más trágico de la civilización. Para él, el pueblo que vivía ahí cuando el descubrimiento ya no estaba en el estado de naturaleza [2]. En efecto, es la ley de la sangre la que favorece el estado de la naturaleza.
Por otra parte, Chateaubriand piensa que los revolucionarios franceses habían heredado la parte más mala de las antiguas revoluciones, sus vicios y no sus virtudes, y así:
2º) plantea la cuestión de saber si, de entre las revoluciones antiguas, hay alguna que se parezca a la revolución francesa. Ya el mero planteamiento de esta pregunta es un ataque a la teoría de la voluntad general de Rousseau, puesto que Chateaubriand intenta encontrar el fundamento original de la convención de la sociedad. Rechaza la teoría de Rousseau porque, para él, el paso a la voluntad general supone ya de por sí la existencia de una sociedad políticamente organizada. Su argumento es que el “bon sauvage” de Rousseau, que no conoce “ni lo mío ni lo tuyo”, no puede pasar de la libertad natural a la libertad civil[3]. Y además, la revolución francesa no puede ser igual con las revoluciones antiguas. Esta será también la posición de Tocqueville[4] (1954: I,III, 40-41). Pero Chateaubriand vuelve a acercarse a la teoría de Hobbes de la constitución de la sociedad al atribuir el origen del poder institucional a un acuerdo previo entre hombres cansados de guerrear entre sí. Este acuerdo muestra que antes del pretendido contrato social de Rousseau ya había otro contrato. Por lo tanto, legitimar el contrato social de Rousseau implicaría ir en contra de un poder previamente establecido con el acuerdo de todos. Para intentar descubrir las causas de la revolución francesa, la cuestión no sería, por tanto, reclamarse de la vigencia del contrato social de Rousseau. Pero entonces:
3º) ¿Cuáles son las causas de la revolución francesa?
Chateaubriand destaca sobre todo el desgaste del régimen monárquico como la principal causa de la revolución francesa. Desde este punto de vista, él no puede estar de acuerdo con los que piensan que la Ilustración, por un lado, y la opresión religiosa, por otro, pueden ser las principales causas de la revolución de Francia. Sabemos que Tocqueville pensaba lo primero (Tocqueville 1952: I,II, 36-37). Chateaubriand no niega que la Ilustración haya tenido influencia en el origen de la revolución, pero no una influencia capital[5].
Para él, la revolución tiene un carácter dualista y este dualismo está sobre todo presente en el iluminismo. El iluminismo representa la parte positiva de la revolución porque contrasta con la corrupción de los valores y con el declino moral protagonizado por los revolucionarios.
Los críticos de Chateaubriand piensan que él no estaba bien informado sobre la revolución en Francia. Contra él también estaba el hecho de haber salido muy pronto de la Francia. No se define se estaba completamente contra la revolución por eso no es fácil colocarle como un contrarrevolucionario. Además, él tiene una cosa que los contrarrevolucionarios no tenían. Él era un anticlerical. Pero a pesar de todo, Chateaubriand piensa que el cristianismo es la única religión capaz de proporcionar la libertad al hombre. Para él, sin la religión no puede existir un gobierno libre posible. Por eso, él piensa que la moral es la moral cristiana y que el orden del mundo tiene que ser el orden de la moral cristiana.
La obra de Chateaubriand es una tentativa de reconciliación entre el antiguo régimen y la revolución. Condena la política del antiguo régimen y condena la revolución por su gran violencia.
BIBLIOGRAFIA
- Jacques Godechot, “La contre révolution, 1789-1804”. Presses Universitaires de France, Paris 1961.
- Montesquieu, O espírito das Leis. Tr. Cristina Muracho, presentación de Renato Janine Ribeiro. Edição de Martins Fontes, São Paulo 2000.
- Edmund Burke, Reflexión sur la Révolución de France. Tr. franc, Paris 1790.
- Jean-Jacques Chevallier e Yves Guchet, “As grandes obras Políticas. De Maquiavel à Actualidade”, (As grandes Obras). Tr. Luís Cadete. Publicações Europa-América, LDA, 2004.
- Alexis de Tocqueville, “L’ancien régime et la révolution 1856”, (Tocqueville). Édition électronique par Jean-Marie Tremblay. Les Éditions Gallimard, Paris 1952.
- Jean Jacques Rousseau, Du contrat Social ou príncipes du droit politique, (Rousseau). Texto digitalizado. Edición de 1762, Archives de la société Jean-Jacques Rousseau, Genève.
- Joseph de Maistre, Considération sur la France, (de Maistre). Edición electrónica. Chez Rusand, Libraire, imremeur du Rol, Lyon 1829.
- Hannah Arendt, A promessa da política, (Arendt). Tr. Miguel Serras Pereira. Revisión de texto Michelle Nobre Dias. Edición Antropos, Lisboa 2007.
- Chateaubriand, “Essai historique, politique et moral sur les révolutions anciennes et modernes, considérées dans leurs rapports avec la Révolution française”, (Chateaubriand). Editor, J. Debboffe (Londres), 1797, pp. 705 (I,I, 14-15). Fonte : Bibliothèque nationale de France, Rés. Ye-666, Relação : http://catalogue.bnf.fr/ark:/12148/cb30227729g/description.
[1] “Je cherche du nouveau. Il n’y a rien à faire ici, le roi est perdu et vous n’aurez pas de contrarevolution. Je fais commes cês puritains qui, au XVIIe siècle, émigraient en Virginie, je m’en vais dans les forêts, cela vaut mieux que d’aller à Coblentz”.
[2] “Le seul énoncé de cette question suffit pour en démontrer l'importance, Le vaste sujet qu'elle embrasse, remplira la majeure partie de cet ouvrage et servant de clef à nos derniers problèmes, en fera naître une foule de vérités inconnues. Le flambeau des révolutions passées à la main, nous entrerons hardiment dans la nuit des révolutions futures. Nous saisirons l' homme d'autrefois malgré ses déguisemens, & nous forcerons le Protée à nous dévoiler l'homme à venir. Ici s'ouvre une perspective immense ici j'ose me flatter de conduire le lecteur par un sentier encore tout inculte de la philophilosophie où je lui promets des découvertes et de nouvelles vues des hommes. Du tableau des troubles de l'antiquité passant à celui des nations modernes, je remonterai par une série de malheurs,depuis les premiers âges du monde jusqu'à notre siècle. L'histoire des peuples est une échelle de misère, dont les révolutions forement les différéns degrés. SI l'on considère que depuis le jour mémora-ble où Christophe Colomb aborda sur les rives Américaines pas une des hordes qui vaguent dans les forêts du Nouveau Monde, n'a fait un pas vers la civilisation que cependant ces peuples étoient déjà loin de l'état de nature* à l'époque où on les atrouvés» on ne pourra s'empêcher de Convenir; que la forme la plus grossière de gouvernement n'ait dû coûter à l’homme des siècles de barbarie”.
Chateaubriand, “Essai historique, politique et moral sur les révolutions anciennes et modernes, considérées dans leurs rapports avec la Révolution française”, (Chateaubriand). Editor, J. Debboffe (Londres), 1797, pp. 705 (I,I, 14-15). Fonte : Bibliothèque nationale de France, Rés. Ye-666, Relação : http://catalogue.bnf.fr/ark:/12148/cb30227729g/description
[3]“Si les causes de leur établissement nous avoient été transmises par l'histoire, nous eussions pu obtenir la solution de ce fameux problème en politique; savoir quelle est la convention originale de la société ? Jean Jacques prononce & rapporte l'acte ainsi "Chacun de nous met en commun sa personne & toute sa puissance sous la suprême direction de la volonté générale Pour faire un tel raisonnement: ne faut il pas supposer une société déjà préexistante ? Sera-ce le sauvage, vagabond dans ses déserts, à qui, le mien &le tien sont inconnus, qui passera tout à coup de la liberté naturelle à la liberté civile ? sorte de liberté purement abstraite & qui suppose de nécessité, toutes les idées antérieures de propriété, de justice conventionnelle, de force comparée du tout à la partie, Sec. Il se trouve donc un état civil intermédiaire, entre l'état de nature & celui dont parle J. J. Le contrat qu'il suppose n'est donc pas l'original. Mais quel est, dira-t-on, ce contrat primitif ? C'est ici la grande difficulté “(26-27).
[4]“Toutes les révolutions civiles et politiques ont eu une patrie et s'y sont renfermées. La révolution française n'a pas eu de territoire propre ; bien plus, son effet a été d'effacer en quelque sorte de la carte toutes les anciennes frontières. On l'a vue rapprocher ou diviser les hommes en dépit des lois, des traditions, des caractères, de la langue, rendant parfois ennemis des compatriotes, et frères des étrangers; ou plutôt elle a formé, au-dessus de toutes les nationalités particulières, une patrie intellectuelle commune dont les hommes de toutes les nations ont pu devenir citoyens.
Fouillez toutes les annales de l'histoire, vous ne trouverez pas une seule révolution politique qui ait eu ce même caractère : vous ne le retrouverez que dans certaines révolutions religieuses. Aussi c'est à des révolutions religieuses qu'il faut comparer la révolution française, si l'on veut se faire comprendre à l'aide de l'analogie(...).
La révolution française est donc une révolution politique qui a opéré à la manière et qui a pris en quelque chose l'aspect d'une révolution religieuse. Voyez par quels traits particuliers et caractéristiques elle achève de ressembler à ces dernières : non seulement elle se répand au loin comme elles, mais, comme elles, elle y pénètre par la prédication et la propagande. Une révolution politique qui inspire le prosélytisme; qu'on prêche aussi ardemment aux étrangers qu'on l'accomplit avec passion chez soi ; considérez quel nouveau spectacle! Parmi toutes les choses inconnues que la révolution française a montrées au monde, celle-ci est assurément la plus nouvelle. Mais ne nous arrêtons pas là ; tâchons de pénétrer un peu plus avant et de découvrir si cette ressemblance dans les effets ne tiendrait pas à quelque ressemblance cachée dans les causes.
Le caractère habituel des religions est de considérer l'homme en lui-même, sans s'arrêter à ce que les lois, les coutumes et les traditions d'un pays ont pu joindre de particulier à ce fonds commun. Leur but principal est de régler les rapports généraux de l'homme avec Dieu, les droits et les devoirs généraux des hommes entre eux, indépendamment de la forme des sociétés. Les règles de conduite qu'elles indiquent se rapportent moins à l'homme d'un pays ou d'un temps qu'au fils, au père, au serviteur, au maître, au prochain. Prenant ainsi leur fondement dans la nature humaine elle-même, elles peuvent être reçues également par tous les hommes et applicables partout. De là vient que les révolutions religieuses ont eu souvent de si vastes théâtres, et se sont rarement renfermées, comme les révolutions politiques, dans le territoire d'un seul peuple, ni même d'une seule race. Et si l'on veut envisager ce sujet encore de plus près, on trouvera que plus les religions ont eu ce caractère abstrait et général que je viens d'indiquer, plus elles se sont étendues, en dépit de la différence des lois, des climats et des hommes”.
[5] Chateaubriand estime que, parmi les causes de la Révolution, les lumières n’ont pas joué un rôle essentiel. Elles son peu de causes, elles ont contribué, sans doute, à l’origine de la Révolution, mais celle-ci a bien d’autres causes. Il analyse avec beaucoup de soins les causes de la Révolutions en France. Le gouvernement, le roi lui paraissent faibles. Lors de la visite qu’il a faite à Versailles, avant la Révolution, la cour a produit sur lui une médiocre impression ; Louis XVI lui a semblé mal entouré, incapable de gouverner, c’est ne pas l’homme que pouvais résister à la Révolution. Les ministres étaient faibles ou incapables, la cour corrompue, débauchée les nobles qui la peuplaient dégénérés ou ignorants. Le haut clergé était, écrit-il, « une honte pour l’ordre du clergé«, la plupart de ses membres résidaient à la cour et no pas dans les diocèses”. (Godechot 1961 : 139-140).
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